* Noche 80. A VECES ME PREGUNTO.
(Liras de la 791 a la 800)
(Liras de la 791 a la 800)
A veces me pregunto
por qué ni en mis suelos te apareces.
Este amor no es presunto.
Es amor que mereces;
Vida en tus brazos cuando me estremeces.
Mientras la sal desciende
del corpóreo alma inundado de playa,
mi corazón en calma,
- váyase a donde vaya -,
sigue la senda de tu voz que aún calla.
Con tanta septicemia
merodeando el distrito de mi cátedra,
si nadie lo remedia,
es pobreza que medra
cristal de escarcha en mi espigada yedra.
Se queda, en seco, roto
como el altivo pino sin acículas,
- ni cuerpo de zigoto -,
o como la aurícula
venenosa que esgrime a la vesícula.
La conífera verde
es crisálida en capullos de seda
que a su sumiller muerde
en la gris polvareda
del pinar soterrado sin vereda.
A veces me pregunto
por qué se hace sabrosa la morera
para el gusano yunto
que, en mariposas, fuera
número áureo de la primavera.
En zona turbulenta
forcejea el tulipán con la hortensia;
la amapola revienta
al clavel con violencia;
... rosas y adalias hablan con prudencia.
La edición original
es depredadora y nunca se agacha;
es el principio y final
de un texto con tacha
que combate a cualquier adalid facha.
A veces me pregunto
qué hay de cierto en las cosas poco ciertas;
o cuál es ese asunto
con que me desconciertas
y me deja las heridas abiertas.
Me pregunto y te arrullo.
Me gusta cuestionar todo lo tuyo.
O tal vez sea un murmullo.
Pero, ya ves,... ¡ ya no huyo !.
Me quedo a ver (tu) verdad de Perogrullo.
***
* Noche 80. A VECES ME PREGUNTO.
(Liras de la 791 a la 800)
(Liras de la 791 a la 800)
A veces me pregunto por qué ni en mis suelos te apareces. Este amor no es presunto. Es amor que mereces; Vida en tus brazos cuando me estremeces.
Mientras la sal desciende del corpóreo alma inundado de playa, mi corazón en calma, - váyase a donde vaya -, sigue la senda de tu voz que aún calla.
Con tanta septicemia merodeando el distrito de mi cátedra, si nadie lo remedia, es pobreza que medra cristal de escarcha en mi espigada yedra.
Se queda, en seco, roto como el altivo pino sin acículas, - ni cuerpo de zigoto -, o como la aurícula venenosa que esgrime a la vesícula.
La conífera verde es crisálida en capullos de seda que a su sumiller muerde en la gris polvareda del pinar soterrado sin vereda.
A veces me pregunto por qué se hace sabrosa la morera para el gusano yunto que, en mariposas, fuera número áureo de la primavera.
En zona turbulenta forcejea el tulipán con la hortensia; la amapola revienta al clavel con violencia; ... rosas y adalias hablan con prudencia.
La edición original es depredadora y nunca se agacha; es el principio y final de un texto con tacha que combate a cualquier adalid facha.
A veces me pregunto qué hay de cierto en las cosas poco ciertas; o cuál es ese asunto con que me desconciertas y me deja las heridas abiertas.
Me pregunto y te arrullo. Me gusta cuestionar todo lo tuyo. O tal vez sea un murmullo. Pero, ya ves,... ¡ ya no huyo !. Me quedo a ver (tu) verdad de Perogrullo.
José Mateo Angulo García.
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