* Noche Cuatro. DIEZ LIRAS DE OPROBIO Y OXÍMORON.
(Liras de laa 31 a la 40)
(Liras de laa 31 a la 40)
Es un oprobio intenso
y nefando libelo de tu rabia
el alma en que condenso
mi silenciada labia;
y de oxímoron, mi ignorancia sabia.
Cada vez que te pienso
mientras tú sigues viviéndote en Bavia,
mi dolor es extenso
al caer en la gavia
de ese poco de mí que se me agravia.
Crepúsculos de incienso
se manosean de exangüe dádiva
en el augur inmenso
de sábana cálida
que me abraza de manera escuálida.
Eres mi humilde censo
de aroma y de fragancia carcomida
y el epígono denso
de mi huella consumida
en un pírrico palangre de la ida.
En un remedo tenso
de luciérnaga de luz absorbida
yo, de nuevo, te pienso
- gritando en mi avenida -
dando, si cabe, más vida a mi vida.
En un luctuoso lienzo
se dibuja mi lacerante herida.
Sé que no te convenzo
y, así, te das a la huida
de mi alma en tu incardinada salida.
Epatado comienzo
de adversa metáfora subversiva:
"en las crines me trenzo
melena persuasiva
para trepar a tu mirada esquiva".
Lisonja por ti, inmerso,
en tercera persona partitiva
y contigo converso
en mi pose adoptiva
porque tú eres mi única alternativa.
De tu sol salgo ileso
de amor y delectación defensiva
y me dejas impreso
de nota consultiva
cada trozo de piel que tengo viva.
Corolario de beso
con pronta actitud de alma reflexiva,
sin agravio confeso,
de llama combativa
que despierta al amor y lo reactiva.
* Noche Cuatro. DIEZ LIRAS DE OPROBIO Y OXÍMORON.
(Liras de la 31 a la 40)
(Liras de la 31 a la 40)
Es un oprobio intenso y nefando libelo de tu rabia el alma en que condenso mi silenciada labia; y de oxímoron, mi ignorancia sabia.
Cada vez que te pienso mientras tú sigues viviéndote en Bavia, mi dolor es extenso al caer en la gavia de ese poco de mí que se me agravia.
Crepúsculos de incienso se manosean de exangüe dádiva en el augur inmenso de sábana cálida que me abraza de manera escuálida.
Eres mi humilde censo de aroma y de fragancia carcomida y el epígono denso de mi huella consumida en un pírrico palangre de la ida.
En un remedo tenso de luciérnaga de luz absorbida yo, de nuevo, te pienso - gritando en mi avenida - dando, si cabe, más vida a mi vida.
En un luctuoso lienzo se dibuja mi lacerante herida. Sé que no te convenzo y, así, te das a la huida de mi alma en tu incardinada salida.
Epatado comienzo de adversa metáfora subversiva: "en las crines me trenzo melena persuasiva para trepar a tu mirada esquiva".
Lisonja por ti, inmerso, en tercera persona partitiva y contigo converso en mi pose adoptiva porque tú eres mi única alternativa.
De tu sol salgo ileso de amor y delectación defensiva y me dejas impreso de nota consultiva cada trozo de piel que tengo viva.
Corolario de beso con pronta actitud de alma reflexiva, sin agravio confeso, de llama combativa que despierta al amor y lo reactiva.
José Mateo Angulo García
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